miércoles, 22 de abril de 2009

MELANCOLÍA




Hoy Carla no podía dormir.
No conseguía calmar sus nervios, no era capaz de frenar la ansiedad con la que vivía últimamente.
Lo había probado todo, una tila, manzanilla, los tranquilizantes que años antes le habían mandado y que hacía tiempo que no tomaba.
Todo era inútil.
Su esfuerzo por conseguir un par de horas de tranquilidad, se había convertido más en una meta que en una necesidad.
Mientras desesperaba tumbada en la cama viendo una de sus series favoritas (ya que estaba despierta), le vino a la mente el recuerdo del ayer.
Un recuerdo claro, bonito, especial; pero que ya no volvería a hacerse realidad.

Recordó a alguien muy querido y cercano, con quien había compartido tanto… que sólo el pensarlo le causaba dolor.
Aún le parecía oir su risa por los pasillos, su voz a media mañana y sus besos por la noche.
Pero ahora, era tan todo tan distinto. A veces, Carla, miraba su cara e intentaba encontrar algún gesto que le dijera “sigo aquí, a tu lado”; pero ya no había gestos, ya no había miradas, se habían acabado los besos y los abrazos formaban parte del pasado.

No es que no la quisiera, seguro, es que ya no podía expresarle su amor.
¿Por qué es tan difícil entender algo cuando día a día vemos lo contrario?
De repente Carla se levantó y corriendo fue a darle un beso a su “recuerdo”.
Le dijo –“te quiero”- mientras se preguntaba el por qué ahora y no antes.
Su cara esbozó lo que parecía una sonrisa y sus ojos se iluminaron como si fuese a llorar, aunque ya no le quedasen lágrimas.
-“quizá siga aquí”- pensó Carla- “quizá sólo esté jugando al escondite, como solíamos hacer”.

Sus labios suspiraron aliviados y sus ojos al fin, se cerraron.
Por hoy, Carla podría dormir…